SER AMABLE Aprovechando que había dejado de llover hacía rato y aunque fuera invierno se decidió a salir, se protegió del frío con su mejor abrigo y caminó por la vereda más cálida, donde daba el sol. Su peinado, sus zapatos elastizados pero de buen diseño, su cartera de alto valor agregado; todo daba cuenta de su perfil adinerado. Caminaba lento y disfrutaba de las miradas que ocasiona una anciana de distinguido vestir y delicado andar. Un bastón con nácar cerraba la imagen para quien dudara. Al llamarle la atención una vitrina con hermosas prendas de lana, se detuvo a mirar. Tomó su cartera, la abrió para sacar un pañuelo y en un desliz de sus dedos la seda se le escurrió y fue directo al piso. Justo pasaba a su lado un anciano también elegante, con magnífico sombrero y peculiar abrigo. Unos ostentosos lentes de aumento cerraban la imagen de un acomodado señor. Como toda persona amable y en este caso, señor de extrema caballerosidad, se alertó de la caída del pañuelo y retrocedi
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